Fantasía en Abya-Yala
Sinopsis:
Las horas pasaron tras el baño y, al notar que su ama no abandonaba otra vez la habitación, decidió ofrecerle su sumisión. Cuando obtuvo su permiso para entrar, lo hizo en la posición sumisa con las rodillas dobladas, palmas arriba a los costados y la mirada hacia abajo. Ella sabía a qué venía y, lejos de molestarse, sonrió.
—Puedes hablar. Mírame.
Lo hizo. Siempre se le aceleraba el corazón cuando la veía, pero no debía manifestar vacilación ante su ama.
—Estoy para servirte.
—Desnúdate.
Sin hacerla esperar, y fiel a sus órdenes, deshizo el batín que vestía, disimulando la sorpresa en su propio rostro. Ella nunca le había pedido que se desvistiera, solo que bajara sus ropajes hasta los hombros: bastaba con que el cuello fuera visible para beber su sangre. Hoy no. La ansiedad lo carcomía, pero no lo demostró. Dejó su ropa a un lado bien doblada, con cuidado de mantener el perfil bajo.
Por primera vez, ella lo vio desnudo de arriba a abajo.
—Mírame —insistió.
Lo hizo de nuevo. Ella comenzó a desvestirse. Se sintió indigno de tal muestra de exposición, pero si bajaba la vista porque no lo merecía, ella podía interpretarlo como una ofensa. Se mantuvo firme en su posición, aunque no pudo decir lo mismo de su erección. Al momento de llegar a la herida bajo su pecho y de que él la notara, sus ojos negros se abrieron con el impacto.
Ella vio la conmoción en su rostro. Levantó una palma en señal de que se detuviera al percibir que se adelantaba hacia ella para ayudarla.
—Estoy bien… no es nada importante.Él supo que mentía. Rememoró la lucha contra el último demonio que enfrentaron y se juró que nunca más iba a repetirse, además de asegurarse un castigo para sí mismo a solas por su irresponsabilidad. De forma instintiva, ladeó la cabeza para ofrecerle su cuello, justo del lado que sabía le gustaba tomar. Al ver la mirada en los ojos de su ama, recordó que la zona aún no estaba curada de la última succión de sangre. Apretó con fuerza los párpados por semejante imprudencia de su parte.
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