Sinopsis:
La colmena se está mudando y Abby tiene la oportunidad de conocer a la abeja arquitecto encargada del nuevo panal, un primo de su amigo Pollen. Más abeja que humano, los enormes e hipnotizantes ojos de Etzlayam, sumado a su carácter apartado y misterioso, seducen a Abby hasta el punto de decidir acompañarlo a trasnochar para follar con un insecto.
[...]
Me gustaba la manera en que decía mi nombre: de una forma gutural y profunda que ningún otro hombre-abeja podía hacerlo. Pero, en especial, había una parte de él que me llamaba mucho la atención, y que jamás vi antes en algún macho de mi especie.
—Tienes un lindo aguijón…
Se quedó un segundo en silencio y relajó sus patas sobre mí.
―No es un aguijón ―me explicó con voz profunda―. Es mi verga.
Debía estar bromeando…
—¿¡Tan grande?! —Llevé mis manos a la boca de la impresión.
—Me la has puesto así de dura desde que te conocí.
—Ah… —No supe qué decir.
Etzlayam puso sus patas encima de mi cabeza y me obligó a bajar hasta quedar de frente con esa enorme verga que yo creí era su aguijón. Etzlayam era un zángano al final del día, igual que Pollen. Comencé a chuparlo tan pronto comenzó a embestir contra mi boca de forma ruda, casi como si hubiera estado conteniéndose todo este tiempo. Me la metió tan profundo en la garganta que me hizo soltar algunas lágrimas mientras me la hundía.
Lo estaba disfrutando tanto que temía decir cualquier cosa que lo detuviera, así que solo gemí y traté de ensalivar mi boca todo lo que pude. Mi poca experiencia en orales se limitaba a lamer diminutas vergas de los zánganos de la reina, para ponerlos listos y en forma antes de que ella recibiera dentro su donación de esperma.
Se le puso tan dura en mi boca que tuve que sacarlo porque comenzaba a lastimarme. Etzlayam me observó, creyendo entender qué pasaba. Pensé que se iba a enojar por mi poca resistencia, pero en lugar de eso fue hasta su escritorio y, de unos veloces aletazos de sus aspas, quitó todo lo que había encima, planos incluidos.
[...]
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